Vestigios de vidas espejados en papel - Actividad 01


                                                     

Todas las historias aquí contadas adoptan el termino de autobiografías, porque relatan vidas, porque en cada palabra se manifestaron secretos, miedos, sinceridad; algunos se reflejaron en una situación en especifico, otros contando todo su recorrido y el pasar de sus años por esta vida; algunos se desnudaron frente al papel compartiendo algún suceso  o sentimiento intrínseco, otros simplemente se remitieron a hablar de sus gustos y pasiones. Pero cada uno de ellos cumplió inconscientemente con lo que es menester en una autobiografía: representaron su vida, su persona. Sin embargo, en cuanto a los cánones del genero autobiografía, no se perciben en todos los relatos, dado que las maneras de efectuarlos  fue distinta en cada caso. A continuación analizaremos cuáles de ellos se adaptan más a los cánones definidos por Philipe Lejeune, Sylvia Molloy, Juan Carlos Gorlier y Beatriz Sarlo, y en qué se caracteriza cada relato.

Hector Tizon: Héctor comienza un poco alejado de tratar como tema la historia individual. Esto es porque elige un relato de tipo cronológico y su cronología comienza con los orígenes de sus abuelos. Sin embargo, unos párrafos más adelante comienza su historia, enfocándose en la propia experiencia de vida.  A partir de aquí, hace un recorrido por las distintas etapas vivenciadas y siempre hace hincapié en el cierre de cada una de ellas y en el comienzo de nuevas experiencias […la visión de Yala en el último vagón del raudo tren y mi perro ovejero, que corría inalcanzándolo, despidiéndose para siempre como si fuera mi infancia en forma de perro abandonado, cada vez más pequeño, atrás, detrás de ese tren que me llevaba a mis estudios secundarios…], hasta llegar al día de hoy donde recuerda que todo lo ya caminado fue vida, y que la adultez es un estadio exánime. [y comencé a morir, lentamente, hasta hoy.]

Alberto Laiseca: Elige comenzar por aclarar qué  entiende por sinceridad; que es imposible ser sincero en la vida y mucho menos en un trozo de papel, por ende pone en evidencia  que no se dejará transparentar en un par de palabras. Pero luego de definir el concepto de virtudes y defectos, se sumerge en algunos  momentos del pasado y experiencias que lo llevaron a una circunstancia en especifico; circunstancia que fue adversamente  trascendental, y esto lo da a entender haciendo introspección sobre su persona y aclarando lo que sintió ante lo que vivió: sentimientos de sufrimiento en un ambiente funesto, en una convivencia desalentadora que lo llevan a ahogar sus penas en las palabras. […los roces eran el resultado inevitable del hacinamiento….]… […Sufrí tanto, pero tanto con esa gente que la única manera de librarme de ellos (de sus fantasmas) fue escribir un libro de mil doscientas páginas…]                                                                                                                     Creo que, a pesar de que no desarrolle su personalidad en su totalidad, en su posición como narrador relata sus emociones y cómo un momento en específico, y la imagen del mismo que residió en su memoria, determinaron en parte su subjetividad.

Osvaldo Soriano: En su relato el narrador se encuentra lejos de ser el personaje principal. Teje un vínculo de personificación con un gato, y a través del animal se expresa y se explica, confundiendo un poco acerca de quién se habla. Así se distancia de una de las reglas de la autobiografía: que la identidad del personaje principal coincida con la del narrador de la historia. Se refugia en los gatos y en sus autores favoritos. Pareciera como si el miedo a sincerarse fuera el determinante de esconderse en la identidad de un gato, haciendo caso omiso a lo descrito por Beatriz Sarlo a través de la frase de Barthes: “yo soy el único que nunca me veo”.  A pesar de esta impersonalidad en el relato, se logra entender que a través de ellos define su personalidad y los toma como factores para explicar quién es: un hombre melancólico, solitario, independiente como un gato, y amante de la escritura como los autores que describe. […Después vino Raymond Chandler y a él le debo el gusto por escribir historias con muchos diálogos. Chandler, enamorado de los gatos, hacía un romanticismo o irónico de hombres duros que dicen frases shakesperianas. Esto explica muchas cosas.] ... […Ahora mismo, una de mis gatas se lava las manos acostada sobre el teclado y tengo que apartarla con suavidad para seguir escribiendo. Hace cinco meses que ella y yo hemos parado de fumar. Juntos sufrimos la abstinencia…]                                                                                                                           En cuanto a la estructura del relato, es curioso que tome como herramienta de linealidad en su cronología a los libros de su propia autoría. Funcionan como ejes para ubicarse en el tiempo en el que fueron escritos y, a su vez, en que suceden sus experiencias.  [En París, mientras trabajaba en El   ojo de la Patria, en un quinto piso inaccesible, se me apareció un gato equilibrista caminando por la canaleta del desagüe. Para sentirme más seguro de mí mismo puse un gato negro al comienzo y uno colorado al final de Una sombra ya pronto serás.]

Hebe Uhart: Su relato se adapta fielmente a los cánones de una autobiografía. Narra su historia en orden cronológico, pasando por sus gustos, sus conocimientos, sus temores y su vocación. Nunca se para en una situación es especifico ni pierde el foco de la narración en primera persona del singular. Define su identidad en un lenguaje bastante coloquial sin pasar por analogías o reflexiones descabelladas.  Así, no solo por lo que describe sino también por cómo lo expone, se refleja una personalidad sencilla y conformista.  [Me gusta viajar para encontrar a mi casa diferente, bah, para volver]… [De los primeros libros que compré no conservo ninguno: los presté, los perdí, los regalé, los vendí; ahora los guardo más. Cuando un libro me gusta mucho suelo reponerlo y comprarlo, porque he leído siempre mucho todo lo que me gusta o pienso que me va a gustar: en ese sentido soy muy prejuiciosa: si pienso que algo no me va a gustar, no lo leo. Por eso estoy bastante desinformada…]

Sylvia Molloy: Describe sus primeros años de vida y parte de su historia a través de un relato ficcional. Crea, a través de la fantasía, una historia imaginaria con el propósito de describir características de su infancia. Además del formato ficcional, divide su historia en temas: imaginación de su primera casa, la muerte de su madre, el recuerdo de su padre a través de la escritura. A la vista del lector, se interpreta una personalidad soñadora, que añora su pasado y se encuentra arraigada a él. […el ladrido me devuelve a Buenos Aires, las tardes de invierno de mi infancia, los perros ladraban en la casa del fondo mientras yo hacía los deberes y  escuchaba atenta las conversaciones de mi madre y mi tía, pequeñeces chismosas que se intercambiaban entre costuras y radioteatros del aire. Yo era triste de chica, también muy curiosa…]

Vlady Kociancich: Al principio se ajena un poco del personaje principal contando la historia de su familia paterna y materna para dar una idea al lector de su origen, pero consigue relatar una historia como si fueran las primeras páginas de una novela. La descripción es en orden cronológico. Para explicar una parte de su identidad habla de su familia y su lazo con cada uno de los integrantes. Sin embargo, en lo que hace mas foco es en la identidad como escritora. Se percibe así, a una mujer reflejada en su vocación, siempre aspirante al éxito, ambiciosa y dichosa de sus logros.  [Me decían que escribiendo no se va muy lejos. Cuando me hice a la idea, ya estaba en Roma, París, Londres, Moscú, escribiendo para una revista de turismo […] Un día, con gran fe en mi talento, dejé la revista y sus espejismos de película para dedicarme a escribir. Esa misma fe ha llevado a muchos al suicidio. A mí, a la humildad y a la alegría de estar haciendo lo que quiero. Mi Ángel de la Guarda es literario y le gustan los viajes.]

Ricardo Piglia: Su autobiografía se encuentra meramente alejada de uno de las características más importantes de este género. Al igual que en el relato de Osvaldo Soriano, en la historia de Piglia aparecen dos personajes protagonistas y ninguno de ellos coincide con el narrador.  El miedo por encontrarse identitariamente en palabras lleva a Ricardo a optar por contar una historia paralela a la suya. Esto no le permite al lector conocer en su totalidad la identidad del narrador, sin embargo es lo que él mismo quiere transmitir: […Vivir en un hotel es el mejor modo de no caer en la ilusión de “tener” una vida personal, de no tener quiero decir nada personal para contar salvo los rastros que dejan los otros.]                                                                                                                        No obstante, se trata de una exposición de un periodo particular vivido que debe ser un vestigio en la historia de Piglia, sino no habría razones para refugiarse en ella.

Rodolfo Walsh: Se remite a contar sus memorias en una linealidad cronológica, comenzando por definir su nombre, sus raíces, y luego su vocación. Empero, el meollo identitario de Walsh se encuentra en la escritura; tema a través del cual se reflejan sus temores, su incertidumbre acerca del futuro, de su vocación, logrando percibir a un hombre que ama un tanto en secreto a la literatura; siempre con respeto, y que se trató de un tema imprescindible en el arduo camino de la construcción de su singularidad. [La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke: Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir. […] he tardado lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.]

Dámaris Rolón: Algo a destacar en  la autobiografía de Damaris es que como narradora no se dirige al lector, sino a  personas pertenecientes a su vida, y a las cuales les interpelan los sucesos que el personaje principal relata. Estos personajes que nombra los describe y les describe los hechos desde su propia mirada y perspectiva de lo ocurrido. Nunca se pierde el pacto referencial ni el foco de Damaris como personaje principal.                                                                                                                   El relato está estructurado en capítulos, pero en ellos se abarca un único periodo de su vida,  en el cual pasan dos amargos sucesos que parecen haber dejado una huella importante impresa en su memoria. [Fue la primera vez que experimenté la amarga sensación de quedarme sin palabras que decir.] … [Durante el viaje sentí dentro mío dos fuerzas, como dos monstruos que se batían a duelo. Uno quería llegar cuanto antes, el otro, mas miedoso, no quería llegar nunca. Supongo que a vos te pasaba lo mismo. Sólo supongo, puede que pasaran muchas otras cosas dentro tuyo. Puede que tuvieras más monstruos que yo.]  Se trata de un momento de tensión, extenuante y de desasosiego  que no da lugar ni a la más mínima gota de felicidad, o al menos eso parece hasta que se lee la última línea donde se refiere a una tercera persona, la cual da un vuelco a esa situación. [Eso fue hasta que te despertaste llorando y te alcé. Me miraste y entendí. Entendí todo.]

Inti Caporale Leal-Marchena: Es muy interesante el sentido que le da a un objeto (la mesa) el cual toma como referencia para relatar su vida. Parte de una frase de un autor para que su relato cobre sentido y hace un juego de palabras con la misma: [Escribir sobre uno mismo es un poco incómodo, por eso prefiero escribir sobre una mesa. -Dalmiro Sáenz-].  Utiliza la linealidad cronológica y toca como tema central a la familia, su infancia, sus etapas de cambio, la vocación, sus aptitudes, los temores y preocupaciones según la edad siempre utilizando como objeto trascendental y testigo de transiciones a la mesa. Genera un ambiente confortable y de calidez para el lector atravesando las memorias del narrador como si fueran propias. [… la mesa pasó de la cocina de mi abuela a la mía y acá sigue desde entonces. Por lo tanto, fue en esta mesa, o al lado de ella y por qué no sobre ella, que pasó mi vida.]

        Rescato la estructura que mantiene Rolon. Me parece muy perspicaz el hecho de nunca referirse a aquellas personas por su nombre, para que el lector conozca sus memorias pero que, a su vez, se encuentre ajeno a las identidades que nombre. Porque desnuda su sinceridad de una manera muy sutil, para privar al lector de una completa lectura de los hechos, dejando a libre interpretación todo lo relatado. También me parece muy interesante el juego de palabras que hace Caporale con la frase de Dalmiro Sáenz, para lograr una metáfora que desenlace en su historia. Utilizaría ambas estructuras, porque no se qué enfoque podría tener mi autobiografía, pero podría invitar a rememorar mis historias a través de un objeto trascendental con la calidez de Caporale, o  explayarme completamente desde el anonimato sutil de Rolon.                                                No obstante, la autobiografía que resulta más de mi agrado es la de Rodolfo Walsh; no por su estructura ni por sus palabras, sino por su historia. Me siento muy conmovida y muy reflejada en su vínculo con la literatura. Ya conociendo su historia previamente, entiendo la importancia que tuvo en su vida lo que terminó por ser su vocación y eso me conmueve y me motiva.

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