La ley de la vida (análisis) - Actividad 22

La ley de la vida (análisis)

   En este cuento de Jack London, el narrador omnisciente cuenta la historia de un hombre viejo (Koskoosh) perteneciente a una tribu que debe partir para la supervivencia. La costumbre en estas situaciones consistía en levantar campamento y alejarse, mientras que quienes no pudiesen sobrevivir al viaje, resistirían las heladas y el ayuno hasta que su corazón dejase el monótono pálpito. Haciendo constante referencia a la vida y la muerte a lo largo del cuento, entendemos que el hombre se encuentra en sus últimos momentos.  El lector acompañará al viejo hombre en sus últimas horas, conociendo su historia a través de idas al pasado y saltos bruscos a la presente aproximación de la muerte.

  A través de un objeto que desprende reminiscencias, la memoria, aparece una segunda historia: la caza de un alce, que sería presenciada por Koskoosh durante su adolescencia. Él y su amigo, persiguieron los rastros de un alce ensangrentado, recorriendo el trayecto transitado por este y los animales que lo perseguían. Este seguimiento de la sangre y el posterior encuentro con la escena final, donde los lobos devoraban a su presa, son una mera representación del camino hacia la muerte. Además de las memorias del protagonista, otra variabilidad de descripciones sobre la flora y la fauna y su ciclo hacia el trance definitorio, dan el mensaje que titula a este cuento: la ley de la vida dada por la propia naturaleza, y la imposible oposición a la llegada del silencio. 

 Un objeto particular que trasciende a lo largo del relato, es la pila de leña depositada al costado del protagonista para alimentar el fuego que definiría, de manera cronometrada, su vigencia. En las primeras líneas, el protagonista se exalta y dirige su mirada controlando las ramas a su costado, tocándolas con su mano en señal de asegurarse de que están allí y son suficientes; entendiendo así la preocupación del personaje por su futuro próximo. 

 El uso de las idas y vueltas de la temporalidad, elemento narrativo que simula el rodeo de la mente que recuerda y vuelve al presente, posiciona al lector, o al menos  a mí, en la desesperación de recordar momentos vividos y descubrir que pronto ya no habrá lugar, en la mente para pensar, ni en la cavidad torácica para respirar.

  Al final del cuento, la historia del alce trasciende al relato principal cuando comienza a aproximarse a su defunción y, en paralelo, se observa la venida de una horda de lobos y su persecución a un alce. Acá ya no existe recuerdo; es un hecho vívido y un paralelismo entre la muerte del alce y la muerte de Koskoosh. Incluso esta semejanza es aún más explícita cuando la jauría de lobos rodea al pobre viejo. Pero como cualquier ser humano racional que se diferencia de cualquier otro animal, tiene miedo; es consciente de la ley de la vida, pero teme a partir, y este aferro a la vida es representado con la susodicha leña y el fuego, del que tanto se sintió dependiente.

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