El cuento breve según Cortázar - Actividad 20
Con la corta experiencia propia en la creación de cuentos y el poco conocimiento sobre estructuras, posicionamientos de escritor, formas de escribir, me limito en esta nota de lectura a afirmar la mayor parte del pensamiento de Cortázar sobre la estructura del cuento breve. Empero, agregaré rasgos o cuestionamientos que no discrepan de los pensamientos del escritor, sino que son un complemento.
Cortázar comienza alabando al cuento contemporáneo y a su capacidad de narrar en corto tiempo; observación antes vista en Tesis sobre el cuento de Piglia. Se dice que el cuento contemporáneo funciona “a contra reloj”, reduce sus carillas sin perder narrativa, detallismo ni historia.
En cuanto a la estructura, el escritor francés piensa en el cuento como un cuerpo diagramado, que es cerrado, esférico; Y toda la historia se produce en tensión dentro esa esfera. Allí, en el interior, se encuentra el cuento, el narrador y los personajes. Mientras que en el exterior, el lector comienza a transicionar hacia dentro a través de un elemento narrativo: la primera persona; este elemento le permitirá al lector sentirse uno de los personajes, sentirse parte de la historia.
Acerca del lugar del narrador en el cuento, se lo reconoce con el nombre de “demiurgo”, es decir como un mediador del relato. El narrador debe cumplir ese rol de mediador y, según Cortázar, tener una participación muy reducida. Se trata de una forma de enajenarse de los sucesos; no tomar la historia como propia, construyéndola en torno a los personajes. Esta visión de enajenación, es la que llevó a Edgar Allan Poe a desplazarse de su vida, a crear historias paralelas, distintas, en dirección a un mundo ajeno. Un ejemplo de esta idea de posición del demiurgo, la encontramos en algunos cuentos de Hemingway: el uso constante del diálogo entre los personajes denotan que la construcción de la historia es a través de ellos mismos. A excepción de El río de dos corazones, donde el escritor posiciona al narrador omnisciente en primer lugar durante todo el relato, privando al lector de la sensación de ser dueño de los sucesos, de las conductas. La narración equivale a la acción, y posicionar al lector desde el uso de la primera persona le permitiría formar parte de la esfericidad del cuento desde el interior; ser el personaje y no el oyente.
La fascinante inteligencia lingüística que posee Cortázar, es acá provechosamente usada para desarrollar de manera escrita una idea que vive en la cabeza de cualquier persona que se sentase a escribir un cuento, pero que nunca se detuvo a comprenderla. Con las palabras justas, Julio describe el vínculo narrador-lo narrado metaforizándolo: el cuento es el “producto neurótico” del escritor quien, poseído por una masa amorfa de ideas, encuentra en la escritura la forma de “exorcizarse”; siendo el cuento la burbuja que sale de la pipa del escritor y que se dirige a los ojos del lector: el próximo poseído. Y sin este proceso de desposesión de ideas amorfas que zozobran al dueño de las palabras, la existencia del cuento no desaparecería, porque lo moldea una técnica narrativa, pero carecería de esencia, de su aura. La situación en la que se encuentra el escritor “vomitando” la historia, la llama por el nombre de “état second”. Es aquel momento transicional donde las palabras preceden a la abstracción mental, donde el escritor se vuelve un engranaje más de la máquina en la que escribe; donde el tiempo para razonar es nulo “[…]la línea verbal que los dibujará arranca sin ningún “think” previo, hay como un enorme coágulo, un bloque total que ya es el cuento”; donde la cotidianeidad del ahora-máquina es inexistente, queda en segundo plano; es regurgitar sobre un papel dejando lo que nos rodea para después y enfocándose en el aquí y ahora. “[…] es ahora o nunca, y el temor de que pueda ser nunca exacerba el ahora, lo vuelve máquina de escribir corriendo a todo teclado, olvido de la circunstancia, abolición de lo circundante.”
Retomando el análisis del cuento breve y, ahora, vinculándolo a la situación de posesión podemos decir que las características de este estilo de narrativa –la reducción de tiempos, de ideas intermedias y de etapas preparatorias- son las mismas que generan la posesión de lector. Una vez creado el producto y expulsado hacia la lectura ajena de las manos de quien lo escribió, quienes depositen sus ojos allí se verán atraídos, “poseídos”. Absorberán las palabras donde se esconden las “anormalidades” depositadas por el autor; anormalidades, porque hasta el propio contenido de la historia suele ser tan descabellado como los son esas ideas antes de ser cuento; escapa de lo cotidiano, de lo repetitivo en la vida del lector.
Uno de los últimos puntos por los que pasa Cortázar y que me interesa remarcar es posibilidad de existencia de una comunicación entre el cuentista y el lector, si hay algo que los une. En el texto, la respuesta que nos da a este interrogante es que tanto el narrador como el lector no son mediadores de nada, sino que es el cuento per se el cúmulo de ideas; el cuento tiene vida propia, respira por su cuenta y ambos sujetos externos son simplemente víctimas de su capacidad poseyente. Con respecto a esta cuestión, hay algunos planteos que a continuación depositaré en forma de interrogantes: a pesar de la tendencia de Cortázar de afirmar que el cuento tiene autonomía desde antes de ser engendrado por su primer víctima (el escritor), y de decir que las consecuencias de estas criaturas independientes sobre el escritor no difieren tanto de quienes leerán el resultado final, ¿existe la posibilidad de que las lecturas sean distintas, que del lector adentrado en el cuento corto emerjan otras sensaciones que el escritor no tuvo al momento de su sueño lúcido? Si fuese así ¿hasta qué punto entonces el cuento es independiente y mediador de su propia idea y estructura?
Comentarios
Publicar un comentario